Esta mañana, mientras desayunaba, ha empezado a sonar por la radio una canción de Víctor Manuel, Nada sabe tan dulce  como su boca. ¿La conocéis?

Nada sabe tan dulce como su boca
Me transporta a una nube cuando me toca.
La estela de su cuerpo te abre el camino
como una antorcha; tempestades,
desata mientras se escapa sobre su escoba.
Nada sabe tan dulce como su boca
tan solo alguna cosa que no se nombra.
Algunas veces paso por el mercado y le traigo rosas
o la miro despacio de arriba a abajo, se van las horas…”

Dos parejas en los extremos de un banco frente al mar simbolizan el amor con el paso del tiempo
El amor, 30 años después

Tu i jo, you and me, tú y yo, toi et moi

Ya veis, hoy la cosa va de dos  y me he acordado de un día que estaba  haciendo fotos por el Raval, cerca del MACBA. Entré en una librería de libros antiguos y de ocasión. La vista se me fue hacia un libro de fotos en blanco y negro, del fotógrafo francés Claude Nori, fundador de la revista y la editorial Contrejour. Y no era un libro cualquiera, el título ya dejaba claro de que iba: Toi et Moi.

En el prólogo, Nori explica que las parejas siempre le han fascinado y con este libro quería rendir un homenaje a esos amantes anónimos, despreocupados que se besan y se aman a plena luz del día.

Este es un libro donde el autor juega a plasmar encuentros o situaciones que le conmueven. Por eso retrata a una niña y su perro; a dos hermanos abrazados mirando un pez enorme en un acuario; una madre besando tiernamente a su hija o el gesto de orgullo de un niño a hombros de su padre. Escenas íntimas y costumbristas que no pasan inadvertidas al objetivo del fotógrafo.

Además, el fotógrafo francés resalta una frase de la novela Las afinidades electivas de Goethe que me encanta: 

 “La vida era para ellos un enigma cuya solución solo la encontraban cuando estaban juntos.”

Diferentes imágenes que captan a parejas demostrando su amor por las calles de Barcelona
El amor también se respira por las calles de Barcelona

Y ya que hablamos de palabras qué me decís de la bella poesía de Vicent Andrés Estellés, Els amants, que musicó el gran Ovidi Montllor:


NO hi havia a València dos amants com nosaltres.
Feroçment ens amàvem del matí a la nit.
Tot ho recorde mentre vas estenent la roba.
Han passat anys, molts anys; han passat moltes coses.
De sobte encara em pren aquell vent o l’amor
i rodolem per terra entre abraços i besos.
No comprenem l’amor com un costum amable
com un costum pacífic de compliment i teles
(i que ens perdone el cast senyor López-Picó).
Es desperta, de sobte, com un vell huracà,
i ens tomba en terra els dos, ens ajunta, ens empeny.
Jo desitjava, a voltes, un amor educat
i en marxa el tocadiscos, negligentment besant-te,
ara un muscle i després el peçó d’una orella.
El nostre amor és un amor brusc i salvatge,
i tenim l’enyorança amarga de la terra,
d’anar a rebolcons entre besos i arraps.
Què voleu que hi faça! Elemental, ja ho sé.
Ignorem el Petrarca i ignorem moltes coses.
Les Estances de Riba i les Rimas de Bécquer.
Després, tombats en terra de qualsevol manera,
comprenem que som bàrbars, i que això no deu ser,
que no estem en l’edat, i tot això i allò.  
No hi havia a València dos amants com nosaltres,
car d’amants com nosaltres en són parits ben pocs.

Me encanta este poema porque lo encuentro muy gráfico, me imagina a los amantes en la azotea de su casa donde ocurre la escena.

Amor en imágenes

A mí también me fascina el amor. El de las parejas, el amor adolescente o el amor maduro, el amor fraternal. Me enternece la cara de los abuelos cuando recogen a los nietos del colegio y cogidos de la mano les preguntan cómo les ha ido el día. Miradas cómplices, abrazos, besos, caricias tiernas. 

Reboso de satisfacción cuando he podido captar parte de esa felicidad (creo en el amor) pero a veces, al congelar ese momento, me entristece pensar que les robo algo, por muy bonita y tierna que sea la imagen.


Cuando hago una foto, me incomoda pensar que quizás con el paso del tiempo aquel amor plasmado en imagen se haya esfumado. Hay que quedarse con el momento de la instantánea. Allí está la felicidad, el amor.

Amor en París

En 1950 la revista LIFE quería mostrar al mundo la ciudad de París y contactó con Robert Doisneau. El fotógrafo, que siempre le ha gustado escenificar situaciones, decidió realizar un reportaje enseñando la ciudad del amor a través de una pareja. Para la ocasión, contrató a una pareja de jóvenes actores, Françoise Bornet y Jacques Carteaud.

La pareja paseaba por los lugares más típicos y emblemáticos de la ciudad del Sena. Doisneau los seguía como si fueran un paparazzi y a través de ellos, mostraba la vida de la ciudad del amor! Escenas de una pareja que caminaba cogidos de la mano, en el autobús,  por la ribera del Sena… La ciudad era suya, se besaban y Doisneau fotografiaba sin problemas.

El reportaje salió publicado en la edición del 12 de junio y la fotografía del beso frente al Hôtel de la Ville (el ayuntamiento) era una fotografía más. Doisneau había puesto pies de fotos a  sus fotografías y  en la del Hôtel de la Ville escribió: “Fue un beso rápido”. Tal vez esas palabras contribuyeron a la confusión de la gente que pensó que esa foto en cuestión no estaba dirigida.

No sería hasta finales de 1979 cuando la editorial Contrejour de Claude Nori  publicó el libro Tres segundos de eternidad. Era una selección de las obras de Robert Doisneau editadas por Nori. Cuando vió la fotografía de la pareja besándose, insistió a Doisneau para que la incluyera.

Fue un éxito. El público joven redescubrió al fotógrafo parisino, la crítica sublimó la imagen. En poco tiempo se convirtió en un icono mundial. Se realizaron calendarios, postales, cuadernos, tazas, pósters… Toda clase de objetos de merchandising inimaginables. ¡París y el negocio del amor! 

Robert Doisneau, estupefacto y enigmático, ni negaba ni asentía sobre la espontaneidad de la imagen. Solo a sus amigos más íntimos les recordaba cómo realizó aquel reportaje publicado casi 30 años atrás.

Bodegón de diferentes libros con la famosa fotografía de El beso de Robert Doisneau

El amor codicioso

La incertidumbre que todo el mundo alimentó a lo largo de los años hizo que la codicia de varias personas que se veían o quisieron verse reflejadas en ese beso. Quizás pensaron en la fama y en el negocio de cobrar derechos de imagen por el éxito comercial de la fotografía del beso y demandaron al fotógrafo.

Ya en el juzgado, Doisneau reveló la verdad: que los amantes de aquella foto eran unos modelos contratados por él para el reportaje de la revista LIFE. El juez siempre le dio la razón a Doisneau.

BlogL’amour, oh là là!