Oscar Caballero, periodista argentino de nacimiento, español de nacionalidad y parisino de residencia, que se presenta a si mismo como periodista cultural, escritor, chroniqueur gastronomique y vendedor de ideas porque “vendo las ideas que se me ocurren”, entrevistó a Gabriel Garcia Márquez en Barcelona, en la casa que el escritor tenía en Sarrià. En 1973, Oscar trabajaba para Cambio16 y contactó conmigo por teléfono para que le hiciera las fotos. Yo estaba empezando mi carrera profesional y encontrarme con un personaje al que admiraba muchísimo- ya había leído Cien Años de Soledad- fue una bomba emocional.
Cuando llegué a casa de García Márquez en la calle Caponata, llamé al timbre y Mercedes, su esposa, me recibió. Me hizo pasar al salón y allí estaba Gabo con un amigo y Oscar.
Cuando llegué a casa de García Márquez en la calle Caponata, llamé al timbre y Mercedes, su esposa, me recibió. Me hizo pasar al salón y allí estaba Gabo con un amigo y Oscar.
Me presenté y rápidamente saqué mi Nikon. Como había poca luz, puse el flash y empecé a pegarle flashazos a diestro y siniestro. El salón se iluminaba como si una tormenta eléctrica estuviera descargando en el mismo Sarrià. Él respondía al entrevistador como si yo no existiera, sólo que al cabo de un tiempo, se levantó y me dijo: ”Me voy a cambiar, porque veo que estás haciendo muchas fotos. Así tendrás otras diferentes”. A los cinco minutos se presentó con un mono azul de mecánico y continuamos la entrevista. Nervioso, inexperto y emocionado, recuerdo que sudé la gota gorda y las fotos sólo las enseño como documento histórico.
Al cabo de unos años, volví a retratar a Gabriel García Márquez en el despacho de su amiga y agente literario Carmen Balcells. Le recordé que fui aquel pesado que le machacó con el flash en la entrevista para Cambio16 y que perdonase mi poca experiencia. Se rió y fue igual de amable y paciente. Después de posar, me dedicó Cien Años de Soledad “Para Pepe, 10 años después”.
García Márquez llega a ser coetáneo de la eternidad al adueñarse del tiempo, una de sus obsesiones, como el amor o la muerte. Su literatura recrea anécdotas familiares que entremezcla con la historia.
En 1982 la Academia Sueca le concedió el premio Nobel de literatura “por sus novelas e historias cortas, en que fantasía y realidad se combinan en un mundo tranquilo de rica imaginación, reflejando la vida y los conflictos de un continente”.
En 1999 le fue diagnosticado un cáncer. Un año después declaró a El Tiempo de Bogotá: “Hace más de un año fui sometido a un tratamiento de tres meses contra un linfoma, y hoy me sorprendo yo mismo de la enorme lotería que ha sido ese tropiezo en mi vida. Por el temor de no tener tiempo para terminar los tres tomos de mis memorias y dos libros de cuentos que tenía a medias, reduje al mínimo las relaciones con mis amigos, desconecté el teléfono, cancelé los viajes y toda clase de compromisos pendientes y futuros, y me encerré a escribir todos los días sin interrupción desde las ocho de la mañana hasta las dos de la tarde. Durante ese tiempo, ya sin medicinas de ninguna clase, mis relaciones con los médicos se redujeron a controles anuales y a una dieta sencilla para no pasarme de peso. Mientras tanto, regresé al periodismo, volví a mi vicio favorito de la música y me puse al día en mis lecturas atrasadas”.
En 1982 la Academia Sueca le concedió el premio Nobel de literatura “por sus novelas e historias cortas, en que fantasía y realidad se combinan en un mundo tranquilo de rica imaginación, reflejando la vida y los conflictos de un continente”.
En 1999 le fue diagnosticado un cáncer. Un año después declaró a El Tiempo de Bogotá: “Hace más de un año fui sometido a un tratamiento de tres meses contra un linfoma, y hoy me sorprendo yo mismo de la enorme lotería que ha sido ese tropiezo en mi vida. Por el temor de no tener tiempo para terminar los tres tomos de mis memorias y dos libros de cuentos que tenía a medias, reduje al mínimo las relaciones con mis amigos, desconecté el teléfono, cancelé los viajes y toda clase de compromisos pendientes y futuros, y me encerré a escribir todos los días sin interrupción desde las ocho de la mañana hasta las dos de la tarde. Durante ese tiempo, ya sin medicinas de ninguna clase, mis relaciones con los médicos se redujeron a controles anuales y a una dieta sencilla para no pasarme de peso. Mientras tanto, regresé al periodismo, volví a mi vicio favorito de la música y me puse al día en mis lecturas atrasadas”.
Gabriel García Márquez, “Gabo”, murió en Jueves Santo como Úrsula Iguarán, la protagonista de Cien Años de Soledad.